EUROPA
PRESS
7 diciembre
2018
¿Es
bueno ser muy perfeccionista?: la cara oculta de lo perfecto
La rutina fluye a una enorme velocidad,
lo que hace de la escasez de tiempo y la necesidad de obtener resultados
inmediatos los principales motores del ritmo de vida. Sin embargo, algunas
personas no se conforman con sacar su cometido, académico, laboral o personal,
sino que tienen que hacerlo perfecto.
"Unas expectativas en cotas demasiado altas y grados de
perfección inalcanzables se llevan por delante la salud física y mental,
aleccionando sobre la importancia de llegar a la meta por encima del disfrute
del camino", ha explicado el psicólogo del Hospital Vithas Nisa Pardo de
Aravaca (Madrid), Carlos Rodríguez Méndez.
El perfeccionismo puede ser una virtud. Planificar con
minuciosidad las cosas, ejecutar técnicas al detalle, ser detallista con el
trabajo personal y exigente con los resultados son cualidades positivas para
cualquier persona.
El problema llega cuando se extreman. Las personas con un
excesivo nivel de perfeccionismo pueden resultar rígidas en sus convicciones,
enormemente críticas consigo mismas e incansables. Estas características llevan
directamente hacia el sufrimiento, la frustración y la ansiedad.
Además, la actitud hacia la perfección revela generalmente
personalidades inseguras que pretenden defenderse ante cualquier posibilidad de
error. El miedo al rechazo y a la crítica externa exige a la persona elevar sus
niveles, donde no exista posibilidad alguna de fracaso.
El perfeccionismo tiene consecuencias para la salud. Un
estudio de la Universidad de Brock, en Ontario, Canadá, con personas con edades
comprendidas entre los 24 y los 35 años, muestra que los más perfeccionistas
sufren habitualmente dolor, insomnio y fatiga. Es decir, se somatiza en
problemas de sueño, digestivos, jaquecas o dermatitis derivadas del aumento del
estrés.
Por otra parte, es frecuente encontrar casos que derivan en
trastorno obsesivo compulsivo o TOC, que se caracteriza por el establecimiento
compulsivo de hábitos diarios que resultan satisfactorios y placenteros que
pueden funcionar como una vía de escape de la ansiedad generada por no alcanzar
la perfección.
Además, el National Institute of Mental Health
estadounidense menciona que estas personas sufren pensamientos repetidos y
perturbadores llamados obsesiones. Con el fin de controlarlos, las personas con
TOC repiten rituales y comportamientos, que llama compulsiones. Quienes sufren
la enfermedad no pueden controlar ni los pensamientos ni los rituales, lo que interfiere
con su vida cotidiana.
Las consecuencias del exceso de perfección pueden
encontrarse en el ámbito laboral con una extremada pérdida de tiempo en
revisiones y repasos, además de una mayor lentitud en la ejecución de las
tareas. En el ámbito personal, los perfeccionistas suelen verse atraídos por
alguien que no lo es y que, además de mostrar una cara más natural en su manera
de ser, ejerce de guía en la mejora de la autoestima y la confianza propia.
Conseguir el punto
medio
La búsqueda constante de la perfección no es una enfermedad
ni supone un trastorno grave de la conducta, pero conviene controlarlo porque
puede evolucionar desfavorablemente. El Hospital Vithas Nisa Pardo de Aravaca
recomienda conseguir el punto medio.
·
Ser realista. Conocer las limitaciones propias y, sobre
todo, ser consciente de ellas para convertirlas en aliadas. Nadie tiene una
capacidad ilimitada e, incluso, las personas de más éxito tienen muchos puntos
débiles. Si una persona sabe hasta dónde puede llegar, no le afectará el
comentario ajeno y podrá dejar de culparse por no ser mejor que el resto. La
confianza no hará más que mejorar.
·
No compararse. Buscar el propio criterio y establecer la
mejor versión de uno mismo por uno mismo. Si una persona se descubre
comparándose, debe hacer saltar todas las alarmas y buscar nuevos puntos de
vista desde los que analizar esa situación. Seguro que existen perspectivas
positivas que adoptar.
·
Disfrutar. Encontrar un momento de ocio, de introspección y
de cuidarse bien. No es necesario estar todo el tiempo dedicado a algo al 100
por ciento, es mucho mejor diversificar el trabajo y disfrutar de huecos de
desconexión. Hay que dejar que esa sensación se traslade también a los momentos
de mayor tensión de la vida.
·
Equivocarse. Puede provocarse algún fallo y analizar qué
ocurre luego. Si se siente la incomodidad de no encontrar todo al gusto de uno
y perfectamente dispuesto, poco a poco, dejará de generar ansiedad. Añade que
hay que obligarse a que algunas cosas de alrededor no estén en su sitio y
evitar la tentación de ponerlo todo en su lugar.
·
Trabajar en uno mismo y mirarse hacia dentro. Utilizar
técnicas de relajación que mejoren el grado de estrés, ponerse en manos de un
profesional que ayude a inculcar la propia autoestima, respetarse y hablarse
como gustaría que alguna persona le hablase. También hay que reconocer el
derecho a equivocarse como primer paso para permitirse el lujo de aprender de
los errores, algo que sacará la mejor versión de uno mismo.